El otro día, luego de haber terminado unas diligencias, iba
por La Ramada caminando tan tranquilamente como lo puede llegar a permitir un
mercado como este, tan lleno y atiborrado de gente, llegando a alcanzar la
extensión de varios manzanos con veredas angostas por la mercadería que rebalsa
de uno y otro lado.
Puede sonar a un caos, lo es en realidad, pero en esta
clase de lugares uno también puede encontrar de todo, siempre habrá algo que
llamará tu atención. En mi caso, no pude evitar ver con muy buenos ojos un puesto
donde vendían arepas y sonso, despidiendo su característico olor que te
invitaba a sentarte y satisfacer tal antojo. Fue así como terminé en una de las
mesas improvisadas, comiendo una arepa con su chocolate caliente.
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